Oriundo de Boston, Massachusetts, lugar donde se origina todo “cuento” En 1944 parte hacia la región del Amazonas, en América del Sur, casa de los indígenas, en donde sin otra salida le toca vivir con ellos.
Su cara de hambriento se hace propicia para que lo llamen "el gringo pobre". Su humildad reflejaba la frase de William G. Knight que si no se siente envidia de los ricos la pobreza no deshonra. Ni que dudarlo, era un indígena más. Por eso, los jefes de la “tribu” lo trataban con dulzura.
Su pobreza no era motivo para dejar de tener suerte. Un día, mientras caminaba selva a dentro (que valentía) en busca de alimento, un indígena lo sorprendió en el paso, ofreciéndole en escaparate la venta de cabezas reducidas (tzantzas).
Pobre Mr. Taylor, si supiera el indígena que lo ofendió, pedirle dinero, ¡de donde lo iba a sacar¡ reparando su error, el indígena , mejor se la regalo. ¡Que pilas¡
Parecería que al Mr. le brillaron los ojos con el regalo, no creo, sus ojos verdes son así de naturales. El regalito le gusto tanto, que no dejaba de imaginarse como poder cuidarlo, para tenerlo asegurado.
Una vez pasado el gusto por su regalo, Mr. Taylor tenia que compartirlo, y que mejor si se lo obsequiaba a su tío, Mr. Rolston, allá, en Nueva York, quien, al igual que su sobrinito, llevaba los mismos genes de amor por las manifestaciones culturales de los pueblos hispanoamericanos.
Cómo no le iban a encantar a Mr. Rolston este tipo de obsequios, pidiéndole a su sobrinito que por favor lo complaciera con cinco más. Y, como negarse Mr. Taylor al amor de familia, accediendo gustoso al capricho del tío. Luego, el pedido de regalo aumento a diez. El tercer obsequio fue el envío de veinte. Esto le hizo pensar a Mr. Taylor que su tío, estaba haciendo negocio con ellas. Pero esa fue la cruel verdad.
Una vez asimilado el dolor por la dura verdad, se reconciliaron formando una sociedad, negocio de familia.“Cabezas reducidas”.
Los tramites para la legalización de la exportación del producto en grandes cantidades, fue rápidamente resuelto por las amables autoridades competentes del sector.
El éxito del producto era tan grande que se decía: “Un hogar sin su correspondiente cabeza reducida, es un hogar fracasado”. La gente comenzó a ser muy exitosa, tenían dos, tres, nueve, diez cabezas y de todos los modelos que se puedan imaginar. Como había que seguir impulsando el desenvolvimiento y desarrollo de aquella manifestación cultural, tan excitante, de los pueblos hispanoamericanos, que las transnacionales invirtieron millones de dólares.
Lo más alegre de la fiesta, llegó, el producto comenzó a escasear. Habría que conseguir mas personas que quieren seguir contribuyendo con sus cabezas al mercado para que este no se estanque. Se elevaron la tasa de mortalidad a un nivel grato a los intereses de la Compañía. La pena de muerte en forma rigurosa también ayudo mucho. Dar pena de muerte a todo delito, era otra gran idea para satisfacer la demanda del mercado.
Cuando el producto finalmente escaseo del todo, y ya no se podía hacer nada más para cubrir los pedidos, Mr. Rolston decidió suicidarse saltando por la ventana, recibió en una pequeña caja la cabeza de su sobrino, Mr. Taylor, tan sonriente que parecía decirle: “Perdón, perdón, no lo vuelvo hacer”.
COMENTARIO
Que hermosa que era la vida cuando pequeños nuestros padres nos contaban un cuento, mientras nosotros nos acomodabamos entre sus piernas.
Los cuentos no los han dejado de contarnos, y siguen contándonoslo, como este, escrito por Augusto Monterroso, y que por cierto esta muy bueno.
Lo Malo y lo feo es que ahora, como hace 500 años atrás, a América Latina nos siguen metiendo el mismo cuento. Lo único que a cambiado, es que ya no podemos acomodarnos como queramos, como lo hacíamos en los pies de nuestros padres, abuelos. En el caso de los países "desarrollados, ellos son los que nos acomodan a sus intereses.
Al poder leer este cuento y contextualizarlo para tratar de entender por que lo escribió Monterroso, me parece que estuviera leyendo el libro de Eduardo Galeano, "Las venas abiertas de América Latina"; con esto no quiero que se me mal interprete diciendo que el uno es copia del otro. Ambos escritores captan en sus obras la penosa realidad en la que ha vivido y lo siguen haciendo nuestros pueblos.
Es a inicios de los 50 que Augusto Monterroso es nombrado cónsul de Guatemala en La Paz, se traslada a Bolívia, pero cuando es derrocado Jacobo Arbenz con la ayuda de la intervención norteamericana, renuncia a su cargo y viaja a Santiago de Chile donde publica en el diario El Siglo el cuento «Mister Taylor», escrito en La Paz, en el que ironiza sobre la intervención norteamericana en el país andino.
Nuestros pueblos merecen días mejores, y somos nosotros los que podemos forjarlos de acuerdo a nuestros intereses, los de la comunidad.
"Siempre es la hora, pero ahora más que nunca".
Víctor